lunes, 24 de agosto de 2009

La aberrante e “incredibible” telenovela que es Carlos Cuauhtémoc Sánchez

(Reseña de la conferencia impartida en el Teatro Nazas, el 22 de agosto en Torreón, Coahuila)

¿Cuánta confusión logra volver a un hombre tan exitoso? Nunca lo había dimensionado hasta que asistí a una conferencia de Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Me parece que entre más confundido esté, más confundirás y a su vez más congeniarás con las masas. No sé si salí de la conferencia más horrorizado o divertido.
El señor es realmente una “caricatura”, comenzando por su diminuta estatura. Su forma de hablar (a gritos) resulta por demás risible y absurda. Me preguntaba yo ¿qué el señor desconfía tanto de su mensaje que siente una enorme necesidad por gritarla? He visto hombres íntegros hablar, y suelen ser serenos, pausados, da una impresión de confianza inimaginable. En cambio he visto personas deshacerse en gritos para hacer llegar un mensaje, siempre me he preguntado ¿por qué? Manejo dos suposiciones: la primera es que así se los enseñaron, y la segunda es, que así los han tratado a ellos. Quiero creer que un día estos comunicadores, en este caso Cuauhtémoc Sánchez, tuvieron un coach que les dijo que el énfasis era importante, pero claro, nadie les enseñó que enfatizar no sólo es gritar. Pero es que parece que al conferencista le va a pasar algo de un momento a otro, incluso cuando grita se pone de puntillas, (supongo también que cree que si parece más alto le van a creer más).
Hay en la estrategia comunicativa de señor Sánchez un gran número de detalles que no me ayudan a creer ni una sola palabra de lo que dice. A mi parecer falsea información, como decir que es el escritor más vendido y leído en Latinoamérica. Quizá un día, cuando apareció Juventud en éxtasis, fue éste un libro muy vendido, pero eso ocurrió hace muchos años, mi pregunta es: ¿aún lo es? Si yo reviso la lista de libros más vendidos puedo encontrar muy por encima de él a Paulo Coelho o a Jorge Bucay. Entonces, concluyo que si un día lo fue, está bien, pero por qué asegurar que “él es el escritor más vendido y leído”. Esto sugiere que lo sigue siendo, y eso es mentira.
Me preocupa un poco observar cómo el seños Sánchez habla como si nos otorgara una gran verdad. La conferencia comenzó a las 8:18 pm y eran 8:45 pm, y además de un pésimo chiste, aun no decía nada. La conferencia trataba sobre los valores de la familia, pero aun no entraba en tema, pero eso sí, ya nos tenía muy regañados a todos, porque su estrategia comunicativa es la del regaño, la de inculcar miedo, porque en ningún miedo dice: “te entiendo, somos inconscientes, pero hay una salida”. El señor se limita a enumerar “nuestros” errores, y decirnos que nos va a ir mal, que “tenemos” que portarnos bien. Lo curioso es que no nos dice cómo hacer para corregir el rumbo, se dedica simplemente a señalar faltas.
Pero eso no es lo peor, siempre hay más, lo que me parece absurdo es que en casi dos horas de conferencia se dedica a promocionar sus propios libros. Dice: “En mi libro tal hablo de…” y luego hace referencia a otro y a otro; me da la impresión que el señor no ha leído otros libros, sólo los suyos, o sólo que quiera decirnos que sólo en sus libros está la verdad. Pero sus libros además están llenos de lugares comunes, sus historias puedo asegurar las he visto en alguna telenovela antes, o en Casos de la vida real. Luego además se confunde él mismo, porque nos cuenta de dónde sacó sus historias, y nos dice que a otra persona le ocurrió tal cosa, pero luego sin él mismo darse cuenta hace reflexiones en primera persona que nos revela que son de él mismo esas anécdotas.
Otro de los grandes errores que noté en su conferencia fue que hizo demasiadas generalizaciones. Dice: “Todos somos bebedores sociales”, o “somos hijos ranas, papá ranas”; y yo digo: ¿somos? A mí no me embarres, yo ni bebo. Un gran comunicador sabe que no se puede generalizar, debemos ser cuidadosos con eso, debemos decir: “hay quienes comienzan siendo bebedores sociales”, por ejemplo.
No sé quién le haya dicho a este señor que es conferencista o escritor, yo en lo personal no le encontré nada ni de lo uno, ni de lo otro. Demasiados errores de comunicación, demasiado melodrama. Hubo un momento, después de tantos gritos y chistes baratos, por demás predecibles, que pensé: “oh, ahora ya nada más falta que llore”; afortunadamente no lo hizo, pero estuvo a punto.
¿Por qué hace esto? Para ganarse la estima de la gente, para que vean que a él le duele lo que dice y con eso justifica su presencia ahí. ¡Qué barato! ¡Qué falta de recursos! Cómo se nota que él mismo no cree en su mensaje, tiene que hacer uso de la manipulación emocional, de los lugares comunes y los malos chistes. Pero bueno, ¿qué se puede esperar de un conferencista que al iniciar su charla aclara que no va a enunciar una sola idea nueva, y que va a decirnos puras cosas que ya nosotros sabemos? ¿Entonces para qué cobra, 100, 200 o 250 pesos si me va a decir lo que ya sé?
Pero eso sí, regañada la gente sí se fue, sobre todo cuando involucró a la religión, cuando cuenta la parábola de Jesús y la Higuera, haciendo una pésima interpretación de la misma. Considero que si uno quiere experimentar miedo uno puede hacerlo viendo lo caro que está todo, lo reducido de su propio sueldo, por ejemplo, eso sí que da miedo. Pero entonces ¿por qué pagarle a un señor que además de que no me va a dar un buen consejo se limita a regañarme e inculcarme miedos? Eso sí que no lo entiendo.
El ego está a gusto con lo que no lo compromete, o con lo que lo reafirma. Entiendo que quien sale de una conferencia del señor Sánchez puede ir señalando errores por doquier, (claro, eso es lo que enseñó el conferencista), pero jamás se va a detener a examinarse a sí mismo.
¿Cómo funciona esto? ¿Cuál es la mecánica mental? Sencillo: si yo actúo como Carlos Cuauhtémoc Sánchez, entonces yo estoy bien, porque él es el que sabe, él es el conferencista, él escribe libros, entonces él debe de tener razón, y si yo me parezco a él, entonces yo estaré bien y los demás mal. Esa es la mecánica inconsciente de la mente, las trampas del ego, el auto sabotaje; entonces a mi parecer éste señor incluso llega a ser más perjudicial y dañino para tu bienestar emocional, es un peligro es un veneno, es tóxico, porque te va a dejar peor, te va dar palmadas en el ego y te dirá: “No te apures amigo, tú sé como yo, haz lo que digo yo, compra mis libros para que aprendas, Esfuérzate en ser como yo, porque yo un día fui tonto como tú, y mírame ahora soy exitoso”
A mí en lo personal me resulta impresionante el ego de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, y es que parece que a él le gusta hacerlo evidente. Dice frases tales como: “Esta historia me la contó un cheff en un crucero”, o “Estaba yo en Buenos Aires, o en San Franciso, o en un camerino de lujo en X Capital Mundial”. ¿Qué necesidad hay de hacer esas referencias? Ninguna, puede contar la anécdota sin hacer referencia a su prosperidad y obtener el mismo resultado, pero no, al señor le gusta dejar en claro sus logros.
Un fanático ortodoxo, eso es lo que es el señor Sánchez, para nada puede ser considerado ni siquiera un consejero, mucho menos un maestro o guía del desarrollo humano. Sus mensajes son oscuros, y emplea el morbo en su prosodia. Cambia el tono cuando dice ciertas palabras como: miedo, secretos, sucio, mentiras, malvado, o mi favorita: “mujeres de esas”. Pronuncia esas palabras con un tono sumamente sucio, vulgar, que lo único que consigue es revelarte que el señor trae los cables morales cruzados.
Dice: “Los mexicanos estamos enfermos de incredibilidad”. Y dice enfermos como si fuéramos unos apestados, pero además ¿existe la palabra “incredibilidad”? yo pensé que se decía incredulidad, pero bueno, también dice “maldijiste” en vez de “maldeciste”, pero bueno, él es el escritor. El punto es: ¿por qué sigue generalizando? ¿por qué dice que tooooodoooos los mexicanos estamos “enfeeeeeermooooooossss de incredibilidad? Pero lo peor ¿a qué se refería? Sencillamente a que no le creíamos a los político, decía que como estábamos enfermos entonces por eso no creíamos.
Yo no sé si fue casualidad (que dudo mucho), pero ya hubo un momento en que el absurdo predominó y los niños presentes en el Teatro comenzaron a llorar, yo pensé: ¡vaya, hasta que alguien dice algo y protesta! Definitivamente los niños son ejemplos de sabiduría, son los que verdaderamente siguen en contacto con la divinidad. Seguramente los adultos estaban pensando en otra cosa y por eso no se percataban del mensaje del conferencista.
Yo al final me quedé con las ganas de preguntarle al señor Sánchez, oye ¿y la familia? Pero no lo hice, temí que me contestara: bien gracias.

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